Una mirada dice mas que mil palabras

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CULTURAL


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LOS CONDOTIEROS




Un día del año 1382 en las proximidades de cotignola, Italia, un joven campesino llamado Muzio Attendolo se hallaba trabajando en la pobre tierra de su campo. De pronto oyó, a lo lejos, un canto cadencioso que poco a poco se hacía más nítido: Era un canto militar. Poco después apareció sobre el camino cercano una compañía de soldados armados con lanzas y espadas. Un soldado a caballo, indudablemente el comandante, los guiaba. El joven campesino miro con mucho interés a esos hombres fuertes, y le vino la idea de seguirlos. Pero quiso dejar librada a la suerte su decisión. Llevaba consigo una hachita y decidió arrojarla contra una encina, si la hachita caí seguiría siendo campesino, si en cambio se clavaba en el árbol se iría con los soldados. Muzio Attendolo arrojo con vigor el hacha, que penetro profundamente en tronco de la encina, donde permaneció clavada. De modo que se haría soldado. Siguió a la compañía y se puso al servicio de su comandante, que se llamaba S.C. Urruccio. Así paso al servicio de Boldrino de panicaglia, jefe del ejército pontificio, luego se enroló con Alberico de Barbiano, quien le impuso el sobrenombre de Sforza y lo nombro comandante de 200 caballeros.
Más tarde, Muzio Attendolo Sforza, convertido en valiente y hábil capitán, se puso al frente de un pequeño ejército y ofreció sus servicios a distintos señores, entre los cuales estaban los Viscontis, de Milan.  Más adelante, su hijo Francisco se convertiría en el Duque de esa ciudad 1450.
LAS BANDAS O “COMPAÑIAS” ¿Qué ejércitos eran esos que combatían ora por un señor ora por otro? ¿Cuál era su patria? ¿Quiénes eran sus comandantes?
Cuando en el siglo XIV las comunas libres italianas decayeron, convirtiéndose primero en señoríos y luego en principados, el pueblo se ocupaba de su trabajo, de sus artes y negocios, sin obligación de prestar el servicio de las armas, pues se había introducido la costumbre de contratar tropas mercenarias. El pueblo pagaba de buena gana una contribución, con tal de librarse de preocupación semejante.
Por otra parte, los príncipes y tiranuelos necesitaban contar con un ejército para afrontar sus rivalidades y agresiones o para expandir sus dominios. Se recurrió entonces a las llamadas “compañías de aventureros” : Bandas de mercenarios voluntarios mandados por un capitán o condotiero.
El termino italiano “condittiere” deriva del latín y significa conductor, es decir, el que guía.
Quienes deseaban vivir una vida aventurera como soldados se incorporaban a estas bandas o compañías, cuyos servicios el condotiero ofrecía al mejor postor. Daba una reducida paga a los soldados y se quedaba con el resto como ganancia, que en algunos casos era considerable.
En caso de alguna feliz acción, exigían paga doble. Y se aprovechaban del botín de guerra en cuanto tenían la oportunidad de desbastar ciudades, a no ser que estas le pagaran un cuantioso rescate. Por otra parte, no arriesgaban la vida demasiado, y en caso de peligro se rendían, seguros de que pronto volverían a ser contratados por otro señor, dispuestos a hacer la guerra, o amenazados por ella
Estos ejércitos mercenarios, que naturalmente combatían por la paga, carecían de todo ideal patriótico, de todo sentimiento generoso. Solo los impulsaba su afán de lucro. Por eso las compañías servían a quien mejor les pagara, y a menudo se pasaban a los enemigos sin ningún escrúpulo, si la remuneración ofrecida era más elevada.
Frecuentemente el deseo de acumular riquezas los impulsaba al pillaje y la devastación de población y países por donde pasaban, a los cuales despojaban inicuamente.
De tal modo la enredada política de las ciudades italianas estaba a merced de la fuerza y está en relación al dinero.
No obstante, esta actuación, tan poco decorosa, de los condotieros, algunos de ellos adquirieron tal fama por el talento y valor con que condujeron sus tropas en las guerras de Italia, que fueron admirados en su tiempo y se erigieron monumentos a su memoria, frecuentemente levantados por las ciudades a las cuales sirvieron.
LOS CONDOTIEROS MAS FAMOSOS.
Otro antecedente de aquellas bandas fue la “gran compañía” de los Almogávares catalanes, que asolaron Sicilia y en 1923, los dominios de Constantinopla al mando de Roger de Flor.
Pero la edad de oro de los condotieros fue en el siglo XIV. Los primeros eran suizos, franceses, alemanes e ingleses, puestos al servicio de los príncipes italianos.
Las bandas capitaneadas por el aventurero francés Beltrán Dugesqulin se llamaban “compañías blancas” e intervinieron en la guerra de España, contra Pedro el cruel, a mediados de dicho siglo. La “banda de San Jorge”, de mercenarios alemanes, invadió a lorbandia al mando de Lodricio Visconti y fue derrotada por las fuerzas de Milán en 1339. Otros mercenarios alemanes conducidos por Guarnieri de Urslingen, “enemigo de Dios”, se enriquecieron saqueando a Italia en 1348.
También fue famosa la “compañía blanca” del inglés Juan Hawkgood, a quienes los florentinos, llamaron “Juan Acuto”   (1367). En la iglesia de Santa María del fiore, de Florencia, se conserva un fresco de ussello que lo representa.
Entre los condotieros italianos se destacaron Muzio Attendolo Sforza y su hijo Francisco Sforza, de cuyo señorío se conserva un famoso castillo en Milan, Alberico de Barbian, que con su “compañía de San Jorge” venció a las bandas extranjeras, Braccio de Montene, Francisco Bussone, llamado el “carmaniola”, de destacada actuación en el primer tercio del siglo XV, Bartolomé  Colleone, cuya de Bérgamo, y otros más.

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